sábado, 31 de mayo de 2008

RECORDANDO A ROSARIO CASTELLANOS




Al conmemorarse el día de ayer, un año más de su natalicio, nos perpetúa la eminente figura de Rosario Castellanos Figueroa, una mujer que abrió su corazón y mostró lo que había en él.

Rosario, escribió de los sucesos de su vida diaria, hizo literatura con la magia y la profunda riqueza de nuestro estado, Chiapas; con la intensa fuerza de la antigua palabra, Rosario fue portavoz de los pueblos indígenas y habló en castilla de ellos; como mestiza y “niña blanca” habló para honrarlos y contribuir al despertar de un pueblo que no sólo son nuestros abuelos, abuelas, padres o madres… sino que están en el corazón del Estado mexicano.

A pesar de haber nacido en la Ciudad de México, Comitán fue la ciudad de Chiapas que albergó sus días de niñez y de adolescencia, La riqueza cultural del Estado meridional inundó su literatura; la cosmogonía indígena enriqueció la palabra de Castilla, Rosario Castellanos reflejó en su literatura un constante y resonante llamado de auxilio y de emancipación, “De libertad”, Rosario notó las infrangibles desigualdades, pero no se quedó quieta; supo quienes son los que poseen y quienes los desposeídos. “Y lo gritó”.

Con la presencia de Eduardo Ramírez Aguilar, Ejecutivo Municipal, Miembros del Ayuntamiento, destacadas personalidades de la Cultura en Comitán, se dieron cita en el Centro Cultural que lleva su Nombre en el que se depositaron ofrendas florales y montaron guardia de honor a tan ilustre figura literaria.

En vos de Alejandro Molinari, orador oficial del evento, en el que pronunció un discurso, que por tratarse de un documento de singular contenido, no omitiremos su profunda infusión: Jaime Sabines, en el poema que dedicó a la memoria de Rosario Castellanos, escribió; “No me vayan a hacer a mí esas cosas de los hombres ilustres”. Sabines se refería a esas costumbres de sacralizar el nombre más allá del hombre.

El reclamo de don Jaime es como una brizna de auténtica humildad. Pero cabe la pregunta: ¿qué tan vanidoso resulta el hecho de que los hombres ensalcemos los nombres de los hombres que trascienden?

El día de hoy, a convocatoria de las autoridades del sector cultural del municipio, estamos reunidos para conmemorar un aniversario más del nacimiento de la comiteca Rosario Castellanos. ¿Cuál es el motivo real que nos mueve? Tal vez el afán de reafirmar algo que en otras partes se pronuncia con voz clara, y que en nuestro pueblo lo hacemos con voz tímida: ¡Sor Juana Inés de la Cruz y Rosario Castellanos son las dos mujeres más importantes de la literatura mexicana!

¿Tenemos conciencia de que el nombre de Balún-Canán resuena en muchas regiones gracias a la obra literaria de Rosario Castellanos? No exagero si digo que ningún comiteco ha puesto el nombre de Comitán en boca de medio mundo como lo ha hecho Rosario Castellanos. Las traducciones de su obra a muchas lenguas han permitido que estos cielos también sean cielos de otros vientos.

Pero en Comitán no tenemos plena conciencia de ese suceso. La niña protagonista de la novela “Balún-Canán” se acerca a su nana y le dice: “¿sabes? Hoy he conocido el viento”, y la nana responde: “Eso es bueno, niña. Porque el viento es uno de los nueve guardianes de tu pueblo”.

¿Los comitecos conocemos la esencia de cada uno de nuestros guardianes? ¿Alguien nos lo ha transmitido? ¿Alguien nos ha cedido la gracia de sabernos poseedores de semejante grandeza? No sé ustedes, ¡yo no lo sé!, pero Rosario Castellanos ya prendió el fogón y nos enseñó que el viento es una de esas nueve estrellas. ¿Cuáles son los ocho fulgores restantes? Intuyo que una de estas estrellas puede ser la luz, la misma luz que ahora se derrama sobre las tejas de las casas y sobre los espíritus de los comitecos. Y en este pozo de luz, ya lo dijo Óscar Bonifaz, hay una lámpara llamada Rosario.

Rosario nos entregó un hilo que borda parte de nuestra identidad. Por esto tal vez sea momento de ser recíprocos con su generosidad y dejar de lado “esas cosas” que le hacemos a los hombres y mujeres ilustres; tal vez sea el momento de bebernos las palabras de su poesía, de su narrativa, de sus ensayos, e incluso de sus cartas de mujer enamorada del amor; tal vez sea el momento de decirle a Rosario que los homenajes en su memoria son un intento por descubrir que existe “otro modo de ser”; otro modo de sabernos hijos de la luz y el viento. Concluyó el orador diciendo: ¡muchas gracias!

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