Cuarta parte:
Para zanjar el inconveniente que cita Becerra, hay que tener en cuenta que desde la época en que recibió el nombre de Comitán ya existía un lugar cercano, que ahora es una ranchería, llamada Yocnajab o Yugnajab (Yok-na-ahau) cimiento o pie del palacio; Besauri dice: Pie de Rey. Del chaneabal Kok, pie; na, casa; ahau, señor. O bien Yuj-na-ahau (Rey o Señor de la casa adornada); del tojolabal Yuj, su gargantilla su adorno femenino; na, casa; ahau, Rey, Señor.
En ese lugar los habitantes fabrican, y seguramente lo hacen desde tiempos inmemorable (por lo menos de la época nahoa) ollas, comales y en general trastos de barro cocido (alfarería).
Por eso, parece entonces correcto interpretar el nombre Comitlán teniendo en cuenta que la desinencia tlán es más bien de connotación locativa (entre, junto, cerca de) como lugar cercano o a los alfareros, o cerca de donde hacen ollas, y entonces su significado estaría en donde se hacen ollas, estaría en concordancia con el citado antiguo nombre Chonab, mercado, y resultaría ser lugar o mercado a donde iban a expender sus productos los de los pueblos circunvecinos.
Para esto hay que tener en cuenta la conducta que observaron los nahoas al conquistar un pueblo: casi siempre le ponían el nombre en su lengua, pero conservando el significado de su antiguo nombre, y así hicieron de Tasnahuí, Ocotlán; de Teimóac, Zentícpac; de Tulún, Techtlan; y de Jobel, Huey-Zacatlán, entre muchos otros.
De lo anteriormente expuesto se desprende que cualquiera que sea el verdadero significado de la voz Cumitlán. Lo que sí puede afirmarse con certeza es la época en que se impuso ese nombre, es decir allá por 1052-1116 ó a más tardar en 1482-84, fechas de las inmigraciones nahoas; y si en 1528 se cita como Baluncanán, se debe al recuerdo aún no borrado que en el pueblo quedó de su antiguo nombre, pero en 1556, 1561, 1573 y 1584 ya existen documentos en que figura el nombre de Comitlán.
EPOCA COLONIAL.- El cumplimiento de la profecía de Quetzalcóatl habría de alcanzar también a los moradores de Chiapas y un día tendrían que ver ante sus chozas brillar lar armas de los hombres blancos y barbados. A fines de diciembre de 1523 salieron de Tenochtitlán los capitanes Pedro de Alvarado y Luis Marín, mandando cada uno una expedición con el fin de realizar la conquista de los pueblos del sureste.
Cuando se tuvo noticias por esos lares de la proximidad de los españoles, los Mames del Soconusco se aliaron con los Quichés y se aprestaron a la defensa, lo que también hacían los Chiapas y algunos de sus aliados.
Alvarado realizó la conquista del Xoconchco y la del Reino Quiche iniciada la batalla de Tonalá y concluida con el arrasamiento total de Utatlán y ejecución de los últimos monarcas, y en seguida envío una fuerza bien equipada al centro del actual Chiapas, al mando de su lugarteniente Pedro Portocarrero, quien llegó a Balún-Canán.
Entre tanto Marín, después de las cuarenta batallas de Ixtapa y la del río de Chiapa venció a los chiapanecos con la ayuda de grupos desleales y los sojuzgó, a principios de 1524. Pero las atrocidades que estas tropas cometieron en Chamula, y en general el pésimo trato que daban a los indios los tenían descontentos en sumo, dado que muchos de los aborígenes pagaron con crueles castigos y aún con la muerte, faltas que en realidad eran leves.
Realizada la conquista, Marín regresó a la capital con sus tropas, quedando en Chiapas algunos españoles diseminados. Portocarrero llegó a Comitlán, y su presencia vino a dar a los españoles armas y facultades omnímodas, que les permitió explotar y cometer un sinfín de tropelías con los nativos. Estos hechos dieron lugar al levantamiento de los tzotziles y los chiapanecas, que vengaron en muchos de los españoles los ultrajes recibidos por sus compatriotas.
Dice López Gutiérrez en “Chiapas y sus Epopeyas Libertarias” que: con la premura del caso se pusieron a salvo los españoles que lograron quedar con vida y se refugiaron en el pueblo que ahora es Comitán.
Los anteriores acontecimientos hicieron que saliera de Tonochtitlán otra expedición mejor dotada, al mando del Capitán Diego de Mazariegos, con el fin de sojuzgar nuevamente a los pueblos levantados. Salió Mazariegos a principios de 1527, y después de una campaña encarnizada logró al fin domeñar a los Chiapas en la célebre batalla del peñón de Tepetchia, marchando después a los demás pueblos, entre ellos Comitán, para unirlos definitivamente a la corona de España.
Vencidos los Chiapas, la región comenzó a pacificarse, pues los demás pueblos no eran problema militar para los conquistadores, y solo le restaba consolidar su dominio. Sin embargo y como dice Trens en su obra ya citada, “cuando Mazariegos se ocupaba en reorganizar a los Chiapas y en plantar los cimientos de la villa aconsejada por Cortés, tuvo que abandonar esas ocupaciones y salir violentamente para BALUNMCANAN, al frente de sus tropas, con el objeto de solucionar un suceso que por poco da al traste con la naciente colonia”.